sábado, 29 de marzo de 2014

EDGAR MORIN Y EL BUEN VIVIR

Edgar Morin, Multiversidad Mundo Real, Ecuador y el Plan Nacional "Buen Vivir"

EDGAR MORIN, MULTIVERSIDAD MUNDO REAL, ECUADOR Y EL PLAN NACIONAL "BUEN VIVIR"
Francés:  http://goo.gl/hrO8m
Fragmento en español de entrevista a Edgar Morin en Revista TerraEco (Francia)
EDGAR MORIN:«AVANZAMOS COMO SONÁMBULOS HACIA LA CATÁSTROFE»
Entrevista - ¿Qué hacer en este periodo de crisis aguda? Indignarse, seguro. Pero sobre todo actuar. A 90 años, el filósofo y sociólogo nos invita a resistir al diktat de la urgencia. Para él, la esperanza está muy cerca. 
- ¿Por qué la velocidad está incrustada hasta tal punto en el funcionamiento de nuestra sociedad?
La velocidad es parte del gran mito del progreso que impulsa la civilización occidental desde los siglos XVIII y XIX. La idea subyacente es que vamos con él hacia un futuro aún mejor. Y entre más rápido avanzamos hacia este futuro mejor, todo sale mejor, por supuesto. Es desde esta óptica que se multiplicaron las comunicaciones, tanto económicas como sociales, y todo tipo de técnicas que permitieron crear transportes rápidos. Pienso en particular en la máquina de vapor, que no fue inventada por motivaciones de velocidad sino para servir a la industria de los ferrocarriles, los cuales se volvieron también cada vez más veloces. Todo eso es correlativo por la multiplicación de las actividades y obliga a la gente a moverse a toda prisa. Estamos en una época en la cual la cronología se impuso.
- Usted nombra a menudo el concepto « el buen vivir ». La expresión parece débil al compararla con la ambición que se asocia.
El ideal de la sociedad occidental – « bien-estar » – se ha deteriorado en cosas puramente materiales, el confort y la propiedad de objetos. Incluso si está palabra « bien-estar » es muy bonita, debíamos encontrar otro cosa. Y cuando el presidente de Ecuador Rafael Correa propuso esta fórmula del « buen-vivir », retomada luego por Evo Morales (el presidente boliviano, nota del autor), estaba pensando en un desarrollo humano, no solo en el seno de la sociedad sino también en y con la naturaleza. La expresión « buen vivir » es probablemente más fuerte en español que en francés. El término es « activo » en la lengua de Cervantes y pasivo en la lengua de Molière. Pero esta idea es lo que más se acerca a la idea de calidad de vida, a lo que llamo la poesía de la vida, el amor, el afecto, la convivencia y la alegría, y entonces lo asociado a lo cualitativo, lo que debemos oponer al dominio de lo cuantitativo y de la acumulación. El buen vivir, la calidad y la poesía de la vida, incluso en su ritmo, son cosas que deben -juntos- guiarnos. Es una bonita finalidad para la humanidad. Eso implica también y simultáneamente frenar cosas como la especulación internacional… si no logramos a salvarnos de estos pulpos que nos amenazan y cuya fuerza se acentúa, se acelera, no habrá buen vivir.. —
Multiversidad Mundo Real Edgar Morin
Centro Internacional en Línea de Altos Estudios para la Innovación Social desde la Complejidad y la Transdisciplinariedad
www.multiversidadreal.edu.mx 

CAPACIDADES Y DERECHOS

En noviembre de 1996 los superiores provinciales de la Compañía de Jesús en América Latina publicaron una carta titulada "El Neoliberalismo en América Latina". El Instituto de Etica y Desarrollo Antonio Ruiz de Montoya recogió la invitación de la carta y en noviembre de 1997 realizó un seminario en Lima de tres días. El seminario no se planteó como un comentario a la carta, sino como un esfuerzo de reflexionar, desde una perspectiva de desarrollo humano, sobre el proceso actual de nuestra sociedad. El presente artículo es una de las ponencias de este seminario, desarrollado por el brillante economista Jurgen Schuldt, Vice-Rector de la Universidad del Pacífico en el Perú.

Tomado del libro "Neoliberalismo y desarrollo humano - Desafios del presente y del futuro" editado por el Instituto de Etica y Desarrollo de la Escuela Superior Antonio Ruiz de Montoya


Capacidades y derechos 
Por Jurgen Schuldt 
 

Es interesante notar, que los aportes de Sen no son considerados por Max-Neef, así como a la inversa, a pesar de las obvias coincidencias de fondo existentes entre ambas perspectivas, como veremos.
Este segundo aporte "heterodoxo" reciente, de gran relevancia para abordar la problemática del desarrollo, proviene de Amartya Sen (1983, 1985, 1988, 1989a, 1992,1993), profesor de economía y filosofía en la Universidad de Harvard. Según esta visión, en la medida en que el desarrollo tiene que ver con el logro de una vida 'vida mejor', habría que enfatizar la naturaleza - más que la forma - de la vida que lleva la gente.
De ahí que gran parte de su trabajo esté dirigida a cuestionar la evaluación de la calidad de vida (más que sólo del nivel de vida) en base a los tres enfoques que estuvieron (o están aún) en boga en este campo: el que lo realiza sobre la base de las mercancías que posee y usa la gente (considerando su nivel y su distribución entre las personas), el que lo determina a partir de la "utilidad" (como la entienden los neoclásicos y que califica de 'métrica del placer') que otorgan los bienes y servicios, y que finalmente también se sustenta en indicadores cuantitativos de las mercancías a que acceden las personas.
Desde este innovador paradigma, los seres humanos son analizados en su rol dual, ya no sólo como medios primarios de toda la producción, perspectiva tradicional de los estudios del desarrollo económico, sino como agentes, beneficiarios y adjudicatarios del progreso.
De donde se "sostiene que el proceso de desarrollo económico se debe concebir como la expansión de las 'capacidades' de la gente. Este enfoque se centra en lo que la gente puede hacer y el desarrollo se ve como un proceso de emancipación de la obligada necesidad de 'vivir menos o ser menos'" (1983:1115, nuestro subrayado).
Este planteamiento evita -cuando se evalúa el desarrollo o se proponen medidas de política- que se confundan medios y fines, ya que a menudo, no sólo en la práctica, se olvida que la vida de las personas debe ser la preocupación principal y que la producción y la prosperidad materiales son meros instrumentos para solventar aquélla. Aunque esto parecería una perogrullada, tradicionalmente tal confusión ha llevado y sigue dando lugar a una concentración analítica y de política parcializada unilateralmente en la expansión del ingreso real y del crecimiento económico (por habitante) como las características centrales y determinantes de un desarrollo exitoso y como fínes últimos de éste.
Ese paradigma tradicional no sería problemático si existiera una correspondencia perfecta entre ambos aspectos (y en que los medios se materializaran en fines de inmediata y completamente), es decir, entre crecimiento y desarrollo. Pero esto evidentemente no es así, por varias razones, como veremos a continuación, en que observa que elevados y crecientes niveles de ingreso o de utilidad o de satisfacción de necesidades básicas no necesariamente aseguran altos niveles cualitativos de vida, aunque puedan estar relacionados - y, en algunos casos, incluso, perversamente -con éstos.
De lo que se trata, por tanto, es de "evaluar el cambio social en términos de la riqueza de la vida humana resultante de él" (1989:43). Pero, como la propia noción de calidad de la vida humana es una cuestión de complejidad, se requiere desarrollar conceptos adicionales para plasmar la nueva visión con precisión. Es aquí donde surge una primera diferencia con el enfoque de Max-Neef, ya que el centro de análisis no son las necesidades y los logros, sino el potencial para lograr su cobertura.
Para ese efecto, Sen desarrolla un conjunto -a primera vista, abigarrado- de conceptos no convencionales para construir su propia perspectiva del desarrollo, en la que implícita y explícitamente se cuestionan los paradigmas convencionales.
Como se ha señalado, la persona humana se encuentra en el centro de análisis y preocupaciones del autor "(...) commodities are merely means to well-being and freedom and do not reflect the nature of the lives that the people involved can lead" (Sen, 1989a:53). Por lo que también es el punto de partida de su esquema, que nos llevará a la definición del desarrollo como proceso por medio del cual se amplían y profundizan las capacidades humanas.
En el esquema que desarrollaremos aquí -para facilitarle el seguimiento al lector- podríamos, a manera de síntesis, establecer la siguiente cadena de conceptos que se condicionan mutuamente (debiéndose tener presente que unos pueden englobar o ser precondiciones de otros) aunque no necesariamente uno lleva al siguiente  (a modo de referencia se incluyen los términos originales en inglés).

Dotaciones - Derechos - Capacidades - Realizaciones - Calidad de Vida 
ó 
Endowments - Entitlements - Capabilities - Functionings - Quality of Life.

Para tal efecto, Sen inicia su estudio con el concepto de endowments, que denominaremos dotaciones  de aquí en adelante, definidas como el conjunto de posesiones o propiedades iniciales con que cuenta una persona (o familia), tales como su fuerza de trabajo, tierras, herramientas, bienes, dinero.
Esa dotación de partida, la persona o familia la puede convertir en entitlements (derechos de uso o dominio de aquí en adelante) o conjuntos de canastas de mercancías sobre las que tiene comando o derecho de uso. Tal conversión se puede realizar por el autoconsumo de la familia o por un intercambio de las dotaciones iniciales con la naturaleza (producción) o con otras personas (a través del comercio, entendido éste como exchange entitlement por Sen). Realizado esto, el individuo tiene derechos o dominio sobre un subconjunto alternativo de canastas de mercancías que puede usar o consumir (como tal, se trata en términos microeconómicos, de un vector de dotación o de un conjunto presupuestal).
Esos derechos de uso - derivados en parte de las dotaciones- están amparados consuetudinariamente, sea legalmente, porque se trata de posesione privadas (aseguradas por el Estado y que pueden defenderse en las cortes), sea porque están legitimados socialmente (caso de bienes públicos o de subsidios o donaciones o por mecanismos de reciprocidad entre familias o por sistemas de distribución al interior de la familia).
Tales derechos o dominio, entendidos como el "conjunto de mercancías entre las que una persona puede elegir un subconjunto", permiten "relacionar el dominio real sobre bienes y servicios de una persona o familia con las reglas de los mismos en ese sistema y la posición real de la persona o familia en el sistema (por ejemplo: la propiedad o dotación iniciales). Esta forma de enfocar el problema contrasta con otras que evitan la cuestión del dominio, dando por hecho de una manera general la disponibilidad de los bienes para su distribución entre la población". En esta perspectiva, Sen demuestra -a manera de ilustración- que puede haber abundante disponibilidad de alimentos en una sociedad, sin que ello otorgue necesariamente el derecho de uso sobre ellos, con los que se pueden presentar - en aparente paradoja hambrunas masivas (Véase sus ejemplos en 1989a).
Más aún, y es aquí donde establece el nexo entre las personas y las particularidades de la sociedad en que desenvuelven, "que una persona sea capaz de ejercer dominio sobre la cantidad suficiente de alimentos para no morirse de hambre depende de la naturaleza del sistema de derechos que opere en la economía en cuestión y en la propia posición de la persona en esa sociedad. Si reflexionamos sobre esto vemos que es algo completamente obvio, pero millones de personas han muerto a causa de posiciones que ignoran el enfoque de los derechos y se concentran en cambio en variables tales como la oferta de alimentos por unidad de población. Incluso cuando la proporción total de alimentos para la población es alta, determinados grupos pueden morir por su falta de habilidad para ejercer dominio sobre una cantidad suficientes de alimentos. Ver el problema alimentario como en el enfoque malthusiano, en términos de la producción alimentaria o la oferta per cápita, puede ser un error mortal, literalmente hablando" (1983: 1119). Observamos en esto  una primera importante de Sen, de gran utilidad para fines de política, como veremos más adelante.
Con ello llegamos a los términos centrales de Sen, cuando procede a distinguir entre las realizaciones ('functionings' es el término poco afortunado que utiliza el autor) y las capacidades ('capabilities', que quizás más fructíferamente podría traducirse como habilidades y potencialidades) de las personas. "Si la vida es percibida como un conjunto de 'haceres y seres' que son valorados, el ejercicio de evaluar  la calidad de vida debe adoptar la forma de evaluación de estos funcionamientos y la capacidad de funcionar. Este ejercicio no puede realizarse centrándose simplemente en las mercancías y los ingresos que contribuyen a esos haceres y seres, como sucede en la contabilidad basada en mercancías para evaluar la calidad de vida (implicando una confusión entre medios y fines)"(1989:43s).
Las realizaciones están referidas a las diferentes condiciones de vida que son (o pueden ser) alcanzadas por las personas, mientras que  las capacidades son las habilidades para lograr algo y, más específicamente, son las oportunidades efectivas que posee la persona respecto al tipo de vida que se puede llevar.
De manera que se conceptue la vida humana como un conjunto de "haceres y seres("doings and beings = functionings"), que configuran las realizaciones, en que se relaciona la evaluación de la calidad de vida (concepto más amplio que el de nivel de vida en su acepción tradicional) con el logro de la 'capacidad de funcionar o realizar algo'. En ese proceso, algunas variables, como la educación y la salud, son determinantes directos de la capacidad humana, mientras que otras  son instrumentales, tales como la promoción agrícola o la productividad industrial.
Por lo que, según este enfoque, se perciba "el desarrollo como una combinación de distintos procesos, más que la expansión de alguna magnitud aparentemente homogénea, tal como el ingreso real o la utilidad. Las cosas que la gente valora hacer o ser pueden ser muy diversas y las capacidades valorables varían de libertades tan elementales como estar libres de hambre o de subalimentación hasta habilidades tan complejas como las de alcanzar el autorespeto o la participación social" (1989:54,n.s.).
Con estas conceptualizaciones -aparentemente confusas a primera vista- se recusa la visión de acuerdo a la cual la posesión de bienes y servicios sirve como criterio exclusivo para definir el nivel de vida (concepto estrecho) o de bienestar o calidad de vida (conceptos que incluyen las capacidades) de una persona, puesto que las posibilidades de transformación de bienes y servicios (a partir de los entitlements o derechos) a realizaciones varían de persona en persona, según sus capacidades. En ese sentido a la persona se la concibe en forma más dinámica y con un potencial propio, más que como un ente pasivo, que sólo recibe o consume o disfruta, como en las versiones económicas ortodoxas. En este aspecto se observa un avance respecto al paradigma de Max-Neef, ya que se consideran no sólo los logros, sino también y esencialmente las libertades de acción es decir, para Sen es la propia libertad la que importa y no los medios por los cuales es lograda.
Sen rastrea el origen de esta perspectiva hasta Aristóteles, pasando por Adam Smith , hasta llegar a Marx. Su argumento básico radica en concebir la calidad de vida en términos de actividades que se valoran en sí mismas y en la capacidad de alcanzar estas actividades. En ese caso se discute la importancia de las 'realizaciones' y de la 'capacidad de funcionar' como determinantes del bienestar. El éxito de la vida humana se observaría en términos del logro de las actividades humanas necesarias o realizaciones.
Si la vida se percibe como un conjunto de 'haceres y seres' (es decir, de realizaciones) que es valorado por sí mismo, el ejercicio dirigido a determinar la calidad de la vida adopta la forma de evaluar estas 'realizaciones' y la 'capacidad para funcionar'. A diferencia de los enfoques basados en el valor o bienestar que otorgarían las propias mercancías (en que se confunden medios y fines, y que Marx denominó 'fetichismo de la mercancía'), en este caso la calidad de vida se determinaría en apoyo a esos 'haceres y seres' (realizaciones) y en la capacidad o habilidad de la persona de lograrlos.
Los elementos constitutivos de la vida son vistos así como una combinación de varios tipos de 'realizaciones' (en que la persona es 'activa' y no 'pasiva'), tales como - entre las más elementales- la de escapar a la morbilidad y la mortalidad, estar bien alimentado, realizar movimientos usuales, etc., o - para ir a niveles más sofisticados- lograr el autorespeto, tomar parte de la vida en comunidad y aparecer en público sin vergüenza (en todas las sociedades se valora esto, pero el conjunto específico de mercancías necesarias para alcanzarlo, a través de "satisfactores", varía en tiempo y espacio).
En pocas palabras, la idea rectora de este enfoque consiste en que las 'realizaciones' son constitutivas del ser de una persona y una evaluación del bienestar de una persona tiene que adoptar la forma de una determinación de estos elementos constitutivos. Una 'realización' es equivalente al logro de una persona: lo que él o ella hace es, y toda 'realización' refleja una componente del estado (no solo anímico) de esa persona. La 'capacidad' de una persona es una noción derivada que refleja varias combinaciones de 'realizaciones' ('seres y haceres') que él o ella puede alcanzar. De ahí que la 'capacidad' refleje la libertad de la persona de elegir entre diferentes formas de vida. La motivación implícita- el énfasis en la libertad- está bien reflejada en la conocida frase de Marx, de acuerdo al cual lo que necesitamos es "reemplazar la dominación de las circunstancias y el azar sobre los individuos por la dominación de los individuos sobre el azar y las circunstancias".
El enfoque de las capacidades puede ser contrastado no sólo con los sistemas de evaluación basados en mercancías, sino también con el derivado del enfoque de la 'utilidad'. En éste, la noción de valor se centra básicamente (como en la teoría microeconómica o, incluso, en la "economía del bienestar") en la utilidad individual, que se define en términos de algún tipo de condición mental, tal como el placer, la felicidad o la satisfacción de deseos. Este proceder lleva a malentendidos en la medida en que no está en condiciones de reflejar el malestar o la privación real de una persona. Es así que, "en situaciones persistentes de privación, las víctimas no andan llorando todo el tiempo, y muy a menudo realizan grandes esfuerzos para derivar placeres de pequeñas compasiones o limosnas y reducir los deseos personales a proporciones modestas 'realistas'. La privación de la persona entonces, no podría reflejarse en absoluto en la métrica del placer, el logro de los deseos, etc., aún  cuando él o ella pueda estar incapacitado de estar adecuadamente alimentado, decentemente vestido, mínimamente educado y así sucesivamente" (1989:45).
Su crítica central a estos planteamientos es que los "objetos de valor" no pueden ser tenencias de mercancías. Juzgadas incluso como medios,  la utilidad de la perspectiva-mercancías está severamente comprometida por la variabilidad de la conversión de mercancías en capacidades. "Por ejemplo, el requerimiento de alimentos y nutrientes para la capacidad de estar bien alimentado puede variar sustantivamente de persona a persona, dependiendo de las tasas metabólicas, del tamaño del cuerpo, del sexo, del embarazo, de la edad, de las condiciones climáticas, de dolencias parasitarias y así sucesivamente" (1989:47).
Aplicado a los campos de la educación, la vivienda, la salud, etc., esto resulta aún más evidente. De ahí que el concepto de desarrollo no se pueda limitar únicamente a la consideración de tales medios materiales, sino que debería tomar en cuenta, sobre todo, las realizaciones ("capabilities") que cada persona o familia alcanza a partir de ellos.
Sabemos que el PBI apenas mide (parte de) la cantidad de los medios de vida o bienestar que poseen los individuos (y aún eso muy imperfectamente), pero ello nada dice de lo que la gente "extrae" de tales bienes y servicios, lo que hace con ellos y cómo ese proceder los enriquece en cuanto seres humanos, dados sus fines y características personales. Es en esta perspectiva que radica la fuerza del enfoque seniano.
Lo que le interesa no son únicamente las mercancías que sirven para lograr algo o lo que queremos lograr, sino especialmente el logro en sí mismo o incluso la libertad de lograr algo: "Los bienes primarios son medios para alcanzar libertades, mientras que las capacidades son expresiones de las libertades, mientras que las capacidades son expresiones de las libertades en sí mismas" (1989:48), por lo que "sólo los estados logrados son valorables en sí mismos, no las oportunidades, que son valuadas sólo como medios dirigidos a alcanzar el fin de estados valorables", en que incluso "la misma elección es una característica valiosa de la vida de una persona" (ibid.).
Este enfoque abre la visión a varias perspectivas de gran valor para el tema que tenemos entre manos. De una parte, considera el hecho que las personas valoran la habilidad de realizar ciertas cosas y, de otra, la de alcanzar ciertos tipos de logros (tales como el de estar bien alimentados, librarse de la morbilidad evitable, ser capaz de movilizarse de un lugar a otro como deseen, etc.). Se enfatiza así el ser y hacer (y, por tanto, la libertad), más que el tener, de la persona humana. De manera que el bienestar de una persona dependería de una evaluación de sus realizaciones.
Con este tipo de enfoque se posibilitan nuevas vías para concebir y alentar el desarrollo cuando menos conceptualmente, percibiéndose que lo importante en tales procesos - más que sólo los medios materiales, las 'utilidades' o la satisfacción de 'necesidades básicas' - radica en la promoción de las capacidades, las realizaciones y los derechos de la persona humana.
Esta perspectiva ha llevado también a concentrarse en las características de las mercancías, más que sólo en sus cantidades, ya que aquéllas permiten- según cada persona- el desarrollo de las realizaciones individuales o familiares. Ciertamente que la materialización de tales 'realizaciones' no sólo depende de las mercancías que posee la persona en cuestión, sino que también es una función de la disponibilidad de bienes públicos y de la posibilidad de usar bienes privados proveídos gratuitamente por el estado o el sector privado. Tales logros  (ser alfabeto, estar sano, estar bien alimentado) dependen obviamente, en importante medida, de las provisiones estatales de servicios de salud, educación, protección, etc., así como del segmento privado-social para plantearlo en términos de Quijano. De manera que, desde la perspectiva de este paradigma, se quiere llamar la atención sobre la importancia de hacer una evaluación del desarrollo en términos de las realizaciones logradas, más allá de la mera disponibilidad y uso de los medios (bienes y servicios) para tales "funcionamientos".
Expandiendo un poco al respecto de las características de las mercancías, en un sentido cualitativo, ello no podrá llevar a determinar hasta qué punto ciertas mercancías contribuyen realmente a cubrir satisfactores efectivos y, con ello, necesidades, puesto que más y más, en nuestro sistema económico se producen bienes y servicios- en el marco de la 'obsolescencia planificada' - que no contribuyen a ello (o que, incluso, tienden a deteriorar la calidad de vida). Lo que nos lleva a los satisfactores no-sinérgicos de Max-Neef.
Más aún, el análisis de las características de los bienes nos debería llevar también a un estudio de los beneficiarios en su producción por ejemplo, si una familia sustituye las tradicionales tejas por planchas de zinc para techar su casa ¿cuántos empleos e ingresos se pierden en su comunidad (por la quiebra de los dueños de los hornos) y cuántos se generan en las grandes fábricas de láminas? En añadidura, ¿la compra de láminas se efectiviza por el menor precio de éstas (que generalmente están subsidiadas) o por el prestigio que otorgan? Finalmente, ¿hasta qué punto la gente no llega a alcanzar el mínimo de subsistencia por asignar 'irracionalmente' el gasto en base a patrones culturales o por 'efecto de demostración'? Ver estudios de Inglaterra del siglo pasado, en que se demuestra que ciertas familias no alcanzan el nivel de subsistencia porque compran bienes "culturales". Y, más universalmente, "es tal la velocidad de producción y diversificación de los artefactos, que las personas aumentan su dependencia y crece su alienación a tal punto, que es cada vez más frecuente encontrar bienes económicos (artefactos) que ya no potencian la satisfacción de necesidad alguna, sino que se transforman en fines de sí mismo" (Max-Neef, Elizondo y Hopenhayn, 1986:38).
Con ello entramos a un último tema central en el enfoque de Sen, referido a los valores; es decir; lo que se evalúa como determinante del 'desarrollo' depende de la noción de las cosas que se considera valioso promover. Este tema presenta dos aspectos diferenciados, según Sen, a saber: a. Las personas difieren entre sí en cuanto a lo que valoran (valor- endogeneidad).
En cuanto al tema de la heterogeneidad de valores parecería ir in crescendo el consenso en torno a lo que se valora y cómo se lo valora.
Crecientemente se valora- al margen del indicador del PBI- la importancia de diversos aspectos inmateriales del bienestar, más allá de los puramente económicos. De ahí que se hayan incorporado otras variables, tales como las demográficas, de salud, etc. Para hacer la evaluación. Aún hay temas en debate, sin embargo, y el autor señala concluyendo que "sería ocioso pretender resolver las disputas sobre la importancia relativa de los diferentes tipos de funcionamiento sobre la base de argumentos científicos únicamente" (1989:21).
De otra parte, en lo que se refiere a la endogeneidad de los valores, esto sugiere otro problema difícil, relacionado con la dependencia de la función de evaluación en la cosa que está siendo evaluada. "El proceso de desarrollo puede contraer cambios en lo que se percibe como valioso y qué pesos deben asignarse a esos objetos. Hay implicados aquí complejos procesos filosóficos al juzgar condiciones cambiantes, cuando esos cambios contraen alteraciones en los valores que se asignan a esas condiciones" (ibid.:21-22). Aunque no posee una respuesta precisa a estas dos problemáticas, es válido partir del hecho que "el rol fundacional de los valores sólo puede ser ignorado en favor de una visión instrumental trivializando la base del concepto de desarrollo"(1989:23).
En conclusión, cuando hablemos del desarrollo en su nivel micro, incorporaremos el concepto de capacidades y realizaciones como elemento indispensable de la perspectiva alternativa que presentaremos más adelante, ya que ellas son expresiones de libertades (para escoger entre diversas opciones de vida), más que medios para alcanzar la libertad (caso de los bienes y servicios).
Ahora bien, para fines de política, esta perspectiva enriquece enormemente las propuestas, haciendo más eficaces las opciones. En la medida en que no sólo propugna una expansión de la masa de mercancías (por el lado de la oferta), que no es condición suficiente para el desarrollo, establece toda una cadena de espacios de acción, desde las dotaciones (en que la economía del desarrollo se detiene), pasando por los derechos, hasta llegar a las capacidades y realizaciones. Una perspectiva del desarrollo que no incorpore estos aspectos quedará trunca desde la partida. En tal sentido, cuando menos conceptualmente, Sen nos lleva buenos pasos adelante en esta materia.
Para terminar, en trabajos recientes, Javier Iguiñiz aplica esta perspectiva -ampliándola en medida importante- para convertirla en el eje de su alternativa de desarrollo (para el Perú), que también define como "un proceso de expansión de capacidades humanas, individuales y colectivas (...), en el que el objetivo del desarrollo (...) es el enriquecimiento de la vida humana que no está ni tan exclusiva ni tan estrechamente ligado al crecimiento de la producción por habitante aunque, generalmente, dicho crecimiento es un factor importante para lograrlo. El acento esta puesto en lo que la gente puede 'hacer y ser' y no en lo que puede 'tener'. Desde este punto de vista, muchas veces no hace falta tener más para hacer más" (1991:18s.).
De donde señala que, gracias a esta visión de las capacidades, se las puede revalorar y se puede hacer uso de ellas ya que generalmente se las ignora como potenciadoras de un desarrollo alternativo. Al respecto nombra las siguientes, entre otras:
a.En nuestros países el sistema educativo se ha expandido a grandes trancos; sin embargo, la posibilidad de aplicar productivamente lo que se aprende es mínima, por falta de oportunidades.
b. Tanto las habilidades para el intercambio comercial y la extensión del razonamiento contable, como la capacidad organizativa del pueblo se han desarrollado hasta en sus sectores más pobres al enfrentarse, en gran medida masivamente y de manera colectiva y autónoma, al problema de la sobrevivencia. Con esa experiencia de gestión entre los sectores populares y, sobre todo, de las mujeres, se han ido gestando las capacidades indispensables para potenciar el desarrollo, en especial a partir de la micro y pequeña empresa.
c. La industrialización de nuestros países, a pesar de todas sus taras, ha gestado un contingente importante de empresarios, gerentes, técnicos calificados, etc. que estarían en condiciones de asumir un proceso de transformación productiva industrial de nuevas características.

d. Las experiencias agrarias y, sobre todo, campesinas de los últimos años, tanto en materia productiva y organizativa, como política, abren un potencial inesperado de cambio. 
 
Sin embargo, nos dice Iguiñiz, siguiendo a Sen, "un problema fundamental para el pleno ejercicio de estas capacidades se encuentra en la escasa vigencia de derechos básicos en el país. La discriminación interna (...) constituye  un factor de primerísima importancia para explicar la frustración de esas capacidades (...) la reducción de la calidad del sistema educativo nacional. Al otro lado del espectro está la 'fuga de cerebros'" (1991:25s).
Finalmente, por tanto, también es consciente de la importancia de los derechos, en el sentido de Sen, para promover el desarrollo "la estructura de productividades de nuestros países es tan heterogénea que la resolución de los problemas elementales de nuestras poblaciones pasa necesariamente por el establecimiento de una serie de derechos que permitan el acceso de las mayorías a los bienes fundamentales y a su reconocimiento social como iguales, con cierta independencia de la productividad que las capacidades personales pueden ejercer". (ibid.:20).

Ya hemos repasado la posición de un economista que aplica este concepto de capacidades a escala nacional y para quien justamente la constitución de "capacidades sociales" es el eje del desarrollo (Henry Bruton, 1989). 
  
 

Bibliografía
Iguiñiz, Javier (1991), "Hacia una alternativa de Desarrollo", en: Aportes para la discusión, Nº1, Quito, FONDAD
Sen, Amartya (1983), "Los bienes y la gente", en: Comercio Exterior, vol. 33, no. 12; pp. 1115-23
Sen Amartya (1985), "Desarrollo: Ahora, ¿hacia dónde?", en: Investigación Económica, Nº 173, julio-setiembre; pp. 129-56. Original en: Economic Journal, vol 93, no 372, diciembre 1983; pp. 745-62. Otra versión en castellano: "Cuál es el camino del desarrollo", en: Comercio Exterior, vol. 35, Nº10, octubre 1985; pp. 939-49.
Sen, Amartya (1988), "The Concept of Development", en: Hollis Chenery y T.N. Srnivisan, eds., Handbook of Development Economics, Vol. I, pp. 10-26.
Sen Amartya (1989), "Development as Capability Expansion", en: Journal of Development Planning, Nº19; 41-58.
Sen Amartya (1992), Inequality Reexamined, Cambridge, mass., Harvard University Press
Sen Amartya y Dean Dréze (1989a), Hunger and Public Action, Oxford, Clarendon Press.

FELICIDAD, POLITICA Y DESARROLLO



Sobre felicidad, política y desarrollo

29-03-2014


Alcanzar la felicidad es probablemente la mayor aspiración que ha tenido el ser humano en toda su existencia. Es algo obvio y difícil de cuestionar: todos deseamos, por encima de cualquier otra cosa, tener una vida feliz. Hasta tal punto esto es así que la mejor definición que –probablemente– se haya dado nunca deinteligencia (ese ambiguo concepto que tanto levita) es aquella que dice que ésta, la inteligencia, no es otra cosa que nuestra capacidad de ser felices.
Sería lógico pensar, entonces, que el objetivo último de la economía y de la política de cualquier país decente debería ser el trabajar en pro de la felicidad de sus habitantes. Tal y como sostiene Richard Layard en su libro La felicidad: lecciones de una nueva ciencia, el progreso de la felicidad nacional debería considerarse un objetivo político, siendo estudiado y evaluado tan concienzudamente como el crecimiento del PIB.
Bután: un ejemplo de coherencia, simplicidad y buen gobierno
Haciéndose eco de esta razonable demanda, el gobierno de Bután (un pequeño país asiático localizado en las faldas del Himalaya), en un claro gesto por desmarcarse de las políticas dominantes (que, como es sabido, contemplan –erróneamente– el crecimiento de la economía como la panacea del buen gobierno), lleva tiempo tratando de evaluar la felicidad de su pueblo, anteponiendo para ello el bienestar ciudadano a la vitalidad de unos indicadores macroeconómicos que la mayoría de las veces poco o nada nos dicen sobre el sentir real de las personas.
Bután tiene una superficie aproximada de 47 mil Km2 y una población que apenas llega a los 720 mil habitantes. Presenta un PIB per cápita cercano a los 5.200 dólares anuales y un Índice de Desarrollo Humano (IDH) (1) de tan solo 0,538; ocupando así, respectivamente, los puestos 154 y 140 del ranking mundial. Con ello, y a la vista de estos datos, cualquier economista clásico seguramente no dudaría en tildar a Bután como un país pobre y subdesarrollado. Sin embargo, y como veremos a continuación, nada más lejos de la realidad.
Basándose en la creencia elemental que sostuviera Jeremy Bentham de que la mejor sociedad es aquella en la que sus ciudadanos son más felices, el Rey Cuarto de Bután – Jigme Singye Wangchuck – acuñó e n la década de los setenta el término de la Felicidad Nacional Bruta (FNB) bajo la convicción de que la mejor política pública es aquella que produce la mayor felicidad entre sus habitantes (y no así necesariamente la que produjese mayores niveles de ingresos y consumo).
El concepto de la FNB fue fundado en base a las tradiciones budistas butanesas y, h oy en día, es desarrollado por el Centro de Estudios de Bután (CBS). Según éste, el concepto de la FNB está constituido por cuatro pilares básicos: la buena gobernanza, el desarrollo socioeconómico sostenible, la preservación cultural y la conservación del medio ambiente. Estos cuatro cimientos fundamentales –construidos a partir de más de 100 sub-indicadores y 33 indicadores– son presentados y monitoreados por el CBS a través de nueve grandes dominios que, sumados, componen el índice de la FNB: i) el bienestar psicológico , ii) la salud, iii) la educación, iv) el uso del tiempo, v) la diversidad y resiliencia cultural, vi) el buen gobierno, vii) la vitalidad de la comunidad , viii) la diversidad y resiliencia ecológica, y ix) las condiciones de vida .
De esta forma, estos nueve dominios de la FNB ( que combinan tanto aspectos objetivos – como los ingresos familiares o los niveles de alfabetización – como aspectos subjetivos – como la satisfacción con la vida – ) vendrían a significar, más que menos, las condiciones mínimas que han de cumplirse en Bután para que sus habitantes puedan alcanzar una vida feliz.
Con todo ello, y pese a lo que puedan mostrar los indicadores clásicos de progreso y desarrollo (como el PIB y el IDH), salta a la vista que Bután no es un país pobre o subdesarrollado, sino más bien todo lo contrario. Es un país que realmente se ha preocupado por su pueblo y que, al fin y al cabo, se ha atrevido a apostar por otro modelo civilizatorio alejado del capitalismo. Un modelo que pone el centro de atención en aquello que realmente es el fin último de nuestra existencia: la felicidad.
Explorando alternativas
Para cualquier gobierno que se considere a sí mismo íntegro y honesto, preocuparse por su pueblo debería ser sinónimo de comprometerse por la felicidad de su gente. Ante los tremendos recortes en derechos que actualmente están sufriendo muchos de los países que se hacen llamar –a ellos mismos– desarrollados(anteponiendo con este gesto, por norma general, el bienestar de la banca y de los sectores privados al bienestar de su propio pueblo), cabe preguntarse quién es aquí el subdesarrollado.
Repensar el concepto de desarrollo es una tarea que lleva tiempo preocupando a académicos de todo el mundo y que ha configurado toda una corriente de pensamiento crítico contra-hegemónico. La idea sería la siguiente: si es éste el desarrollo que nos dicen hay que seguir (un desarrollo capitalista basado en la desigualdad, la privatización de lo público, los recortes en el bienestar de la mayoría y la destrucción de los ecosistemas), entonces… ¡hay que diseñar y promover otro tipo de desarrollo! ¿Cuál? Pues un desarrollo poscapitalista, centrado en la felicidad de todos los seres humanos y en el respeto hacia la naturaleza (nuestro hogar al fin y al cabo). Es decir, un desarrollo más similar al que propone Bután que al que apunta el mundo occidental.
No cabe duda de que esta propuesta –la que plantea Bután en pro de evaluar la felicidad de las personas– es un referente a seguir en aras de dibujar otro tipo de sociedades y otro tipo de prioridades políticas. Así, en los últimos años, el concepto y la medición de la FNB ha despertado el interés de un gran número de países e investigadores que ven en él un sendero a seguir hacia nuevos horizontes de esperanza para la especie humana y un posible sustituto, a largo plazo, del PIB y del IDH como indicadores de progreso y bienestar.
No cabe duda de que la iniciativa es muy interesante. Veremos si en los próximos años Bután se alza definitivamente como referente felicitario y bienestarista a nivel mundial o si, por el contrario, los empujes de la globalización neoliberal alcanzan sus fronteras y acaban por diluir su interesante cultura y cosmovisión de la vida en la peligrosa amalgama homogeneizadora del capitalismo.

(1) El IDH es un indicador elaborado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) que trata de evaluar el “desarrollo humano” de los países por medio de tres componentes: la salud (medida a través de la esperanza de vida al nacer), la educación (medida mediante la tasa de alfabetización y los años de escolarización) y el desarrollo económico (medido a través del PIB per cápita) . Los valores del índice oscilan entre cero (valor mínimo) y uno (valor máximo). Para que el lector se haga una idea, el país con el IDH más elevado es Noruega (0,955) y el país con el IDH más bajo es la República Democrática del Congo (0,304).

Mateo Aguado es Investigador del Laboratorio de Socio-Ecosistemas de la Universidad Autónoma de Madrid

Fuente: http://iberoamericasocial.com/sobre-felicidad-politica-y-desarrollo/

jueves, 27 de marzo de 2014

OBAMA VISITA AL PAPA Y RECIBE COMO REGALO LA EXHORTACION APOSTOLICA


La pàgina web del diario LA REPUBLICA informa de la siguiente manera la visita de OBAMA al Papa Francisco:

Vaticano
Barack Obama y el Papa Francisco se reunieron más tiempo del habitual (Fotos) / foto 4
Jueves, 27 de marzo de 2014 | 7:47 am
Durante cincuenta minutos el líder máximo de la Iglesia Católica, el Papa Francisco, se reunió con el presidente de Estados Unidos, Barack Obama; en una visita protocolaren la que también intercambiaron regalos. Usualmente las reuniones de Jorge Bergoglio, el Papa, duran treinta minutos.
La reunión comenzó a las 10.30 a.m. (hora de Italia), cuando el primer papa latinoamericano recibió a Obama en la Sala del Tronetto, anexa a la biblioteca. Ambos posaron unos instantes ante los fotógrafos y después pasaron a la biblioteca privada, donde se sentaron uno frente a otro delante de un escritorio y el papa le dijo en inglés: "Bienvenido, señor presidente".
Acompañó a Obama el secretario de Estado, John Kerry, mientras que el prefecto de laCasa Pontificia, el arzobispo Georg Ganswein, estuvo junto al Papa.
Bergoglio regaló a Obama su primera exhortación apostólica, "Evangelii Gaudium" (La alegría del Evangelio), publicada el pasado 26 de noviembre. También le dio una colección de monedas de su pontificado, que se cayeron cuando eran mostradas al presidente de Estados Unidos, lo que provocó la risa de ambos.
DATO
De acuerdo a una encuesta de la cadena CBS, los católicos de Estados Unidos se sienten ahora más "conectados" con su iglesia que en el pasado, algo que atribuyen al nuevo pontífice.

NOTA: La exhortación apostólica que regalo el Papa a Obama puede ser consultada en la siguiente página:



Presentamos el indice de lo que contiene  la EXHORTACIÓN APOSTÓLICA EVANGELII GAUDIUM DEL SANTO PADRE FRANCISCO y luego transcribimos la parte que corresponde a la "mirada pastoral en algunos aspectos de la realidad que pueden detener o debilitar los dinamismos de renovación misionera de la iglesia, sea porque afectan a la vida y a la dignidad del Pueblo de Dios, sea porque inciden también en los sujetos que participan de un modo mas directo en las instituciones eclesiales y en tareas evangelizadoras" 


EXHORTACIÓN APOSTÓLICA
EVANGELII GAUDIUMDEL SANTO PADRE
FRANCISCO
A LOS OBISPOS
A LOS PRESBÍTEROS Y DIÁCONOS
A LAS PERSONAS CONSAGRADAS
Y A LOS FIELES LAICOS
SOBRE
EL ANUNCIO DEL EVANGELIO
EN EL MUNDO ACTUAL

ÍNDICE
I. Una Iglesia en salida [20-24]
II. La homilía [135-144]
III.  El bien común y la paz social [217-237]



CAPÍTULO SEGUNDO
EN LA CRISIS DEL COMPROMISO COMUNITARIO

50. Antes de hablar acerca de algunas cuestiones fundamentales relacionadas con la acción evangelizadora, conviene recordar brevemente cuál es el contexto en el cual nos toca vivir y actuar. Hoy suele hablarse de un «exceso de diagnóstico» que no siempre está acompañado de propuestas superadoras y realmente aplicables. Por otra parte, tampoco nos serviría una mirada puramente sociológica, que podría tener pretensiones de abarcar toda la realidad con su metodología de una manera supuestamente neutra y aséptica. Lo que quiero ofrecer va más bien en la línea de undiscernimiento evangélico. Es la mirada del discípulo misionero, que se «alimenta a la luz y con la fuerza del Espíritu Santo»[53].

51. No es función del Papa ofrecer un análisis detallado y completo sobre la realidad contemporánea, pero aliento a todas las comunidades a una «siempre vigilante capacidad de estudiar los signos de los tiempos»[54]. Se trata de una responsabilidad grave, ya que algunas realidades del presente, si no son bien resueltas, pueden desencadenar procesos de deshumanización difíciles de revertir más adelante. Es preciso esclarecer aquello que pueda ser un fruto del Reino y también aquello que atenta contra el proyecto de Dios. Esto implica no sólo reconocer e interpretar las mociones del buen espíritu y del malo, sino —y aquí radica lo decisivo— elegir las del buen espíritu y rechazar las del malo. Doy por supuestos los diversos análisis que ofrecieron otros documentos del Magisterio universal, así como los que han propuesto los episcopados regionales y nacionales. En esta Exhortación sólo pretendo detenerme brevemente, con una mirada pastoral, en algunos aspectos de la realidad que pueden detener o debilitar los dinamismos de renovación misionera de la Iglesia, sea porque afectan a la vida y a la dignidad del Pueblo de Dios, sea porque inciden también en los sujetos que participan de un modo más directo en las instituciones eclesiales y en tareas evangelizadoras.


52. La humanidad vive en este momento un giro histórico, que podemos ver en los adelantos que se producen en diversos campos. Son de alabar los avances que contribuyen al bienestar de la gente, como, por ejemplo, en el ámbito de la salud, de la educación y de la comunicación. Sin embargo, no podemos olvidar que la mayoría de los hombres y mujeres de nuestro tiempo vive precariamente el día a día, con consecuencias funestas. Algunas patologías van en aumento. El miedo y la desesperación se apoderan del corazón de numerosas personas, incluso en los llamados países ricos. La alegría de vivir frecuentemente se apaga, la falta de respeto y la violencia crecen, la inequidad es cada vez más patente. Hay que luchar para vivir y, a menudo, para vivir con poca dignidad. Este cambio de época se ha generado por los enormes saltos cualitativos, cuantitativos, acelerados y acumulativos que se dan en el desarrollo científico, en las innovaciones tecnológicas y en sus veloces aplicaciones en distintos campos de la naturaleza y de la vida. Estamos en la era del conocimiento y la información, fuente de nuevas formas de un poder muchas veces anónimo.

No a una economía de la exclusión

53. Así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad. Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del «descarte» que, además, se promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son «explotados» sino desechos, «sobrantes».

54. En este contexto, algunos todavía defienden las teorías del «derrame», que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando. Para poder sostener un estilo de vida que excluye a otros, o para poder entusiasmarse con ese ideal egoísta, se ha desarrollado una globalización de la indiferencia. Casi sin advertirlo, nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás ni nos interesa cuidarlos, como si todo fuera una responsabilidad ajena que no nos incumbe. La cultura del bienestar nos anestesia y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado, mientras todas esas vidas truncadas por falta de posibilidades nos parecen un mero espectáculo que de ninguna manera nos altera.

No a la nueva idolatría del dinero

55. Una de las causas de esta situación se encuentra en la relación que hemos establecido con el dinero, ya que aceptamos pacíficamente su predominio sobre nosotros y nuestras sociedades. La crisis financiera que atravesamos nos hace olvidar que en su origen hay una profunda crisis antropológica: ¡la negación de la primacía del ser humano! Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro (cf. Ex 32,1-35) ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano. La crisis mundial, que afecta a las finanzas y a la economía, pone de manifiesto sus desequilibrios y, sobre todo, la grave carencia de su orientación antropológica que reduce al ser humano a una sola de sus necesidades: el consumo.

56. Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas. Además, la deuda y sus intereses alejan a los países de las posibilidades viables de su economía y a los ciudadanos de su poder adquisitivo real. A todo ello se añade una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones mundiales. El afán de poder y de tener no conoce límites. En este sistema, que tiende a fagocitarlo todo en orden a acrecentar beneficios, cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta.

No a un dinero que gobierna en lugar de servir

57. Tras esta actitud se esconde el rechazo de la ética y el rechazo de Dios. La ética suele ser mirada con cierto desprecio burlón. Se considera contraproducente, demasiado humana, porque relativiza el dinero y el poder. Se la siente como una amenaza, pues condena la manipulación y la degradación de la persona. En definitiva, la ética lleva a un Dios que espera una respuesta comprometida que está fuera de las categorías del mercado. Para éstas, si son absolutizadas, Dios es incontrolable, inmanejable, incluso peligroso, por llamar al ser humano a su plena realización y a la independencia de cualquier tipo de esclavitud. La ética —una ética no ideologizada— permite crear un equilibrio y un orden social más humano. En este sentido, animo a los expertos financieros y a los gobernantes de los países a considerar las palabras de un sabio de la antigüedad: «No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos»[55].

58. Una reforma financiera que no ignore la ética requeriría un cambio de actitud enérgico por parte de los dirigentes políticos, a quienes exhorto a afrontar este reto con determinación y visión de futuro, sin ignorar, por supuesto, la especificidad de cada contexto. ¡El dinero debe servir y no gobernar! El Papa ama a todos, ricos y pobres, pero tiene la obligación, en nombre de Cristo, de recordar que los ricos deben ayudar a los pobres, respetarlos, promocionarlos. Os exhorto a la solidaridad desinteresada y a una vuelta de la economía y las finanzas a una ética en favor del ser humano.

No a la inequidad que genera violencia

59. Hoy en muchas partes se reclama mayor seguridad. Pero hasta que no se reviertan la exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y entre los distintos pueblos será imposible erradicar la violencia. Se acusa de la violencia a los pobres y a los pueblos pobres pero, sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión. Cuando la sociedad —local, nacional o mundial— abandona en la periferia una parte de sí misma, no habrá programas políticos ni recursos policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad. Esto no sucede solamente porque la inequidad provoca la reacción violenta de los excluidos del sistema, sino porque el sistema social y económico es injusto en su raíz. Así como el bien tiende a comunicarse, el mal consentido, que es la injusticia, tiende a expandir su potencia dañina y a socavar silenciosamente las bases de cualquier sistema político y social por más sólido que parezca. Si cada acción tiene consecuencias, un mal enquistado en las estructuras de una sociedad tiene siempre un potencial de disolución y de muerte. Es el mal cristalizado en estructuras sociales injustas, a partir del cual no puede esperarse un futuro mejor. Estamos lejos del llamado «fin de la historia», ya que las condiciones de un desarrollo sostenible y en paz todavía no están adecuadamente planteadas y realizadas.

60. Los mecanismos de la economía actual promueven una exacerbación del consumo, pero resulta que el consumismo desenfrenado unido a la inequidad es doblemente dañino del tejido social. Así la inequidad genera tarde o temprano una violencia que las carreras armamentistas no resuelven ni resolverán jamás. Sólo sirven para pretender engañar a los que reclaman mayor seguridad, como si hoy no supiéramos que las armas y la represión violenta, más que aportar soluciones, crean nuevos y peores conflictos. Algunos simplemente se regodean culpando a los pobres y a los países pobres de sus propios males, con indebidas generalizaciones, y pretenden encontrar la solución en una «educación» que los tranquilice y los convierta en seres domesticados e inofensivos. Esto se vuelve todavía más irritante si los excluidos ven crecer ese cáncer social que es la corrupción profundamente arraigada en muchos países —en sus gobiernos, empresarios e instituciones— cualquiera que sea la ideología política de los gobernantes.