Nuevos conceptos para comprender
lo que viene ocurriendo en el mundo que habitamos. Incluido el Perú. El
concepto de neoliberalismo como forma de vida de los sociólogos franceses Laval
y Dardot; el concepto de trilema como
paradoja de la globalización de Rodrik y el de acumulación por despojo de
Harvey.
El neoliberalismo realmente
existente apareció experimentalmente en Chile con la dictadura militar de Pinochet
desde 1973 y los emergentes “chicago
boys”, adoptados luego en grado extremo y en democracia realeza, por la llamada
“dama de hierro”, Margaret Tatcher en Inglaterra. Casi al mismo tiempo reencarnados
en el autoproclamado “sheriff del mundo”, Ronald Reagan, en los EEUU en la década del 80. Aunque habría
que señalar que el neoliberalismo es más antiguo en antecedentes, como idea e ideología. El experimento “piloto”
fue Chile manipulando las condiciones en dictadura. Después se generalizó en América
latina como respuesta a la crisis de la deuda externa, en condiciones de
democracia revestida de dictadura. “Dictablanda” en los 90. Hoy avanza
inexorablemente y casi en los mismos términos en Europa, previo oleaje en el continente
asiático.
Sin embargo, fieles a la
inexorable ley de la dialéctica, de que los acontecimientos se suceden como
unidad y lucha de contrarios. El neoliberalismo. Su desarrollo se desenvuelve
contradictoriamente con su par, el antineoliberalismo o el también dado en
llamar el postneoliberalismo. América Latina vive conjuntamente con
experiencias de neoliberalidad en extremo como Colombia, Chile y Perú junto con
experiencias antineoliberales llevadas
a cabo por gobiernos progresistas moviéndose en escenarios capitalistas como es
el caso de la mayor parte de gobiernos que aparecieron en América latina desde
Venezuela, Ecuador, Bolivia, Brasil, Argentina, Uruguay y en Centroamérica.
Pasando por la emergencia del movimiento
social indígena, reviviéndose a partir de la resistencia en la defensa de sus ancestrales territorios, ante la
arremetida del gran capital mundial por despojarlos de sus recursos naturales. Sus luchas han devuelto la
utopía después del intento de extirparla junto con la esperanza de un mundo
diferente y posible a la caída del muro de Berlín. Allí está el Buen Vivir y el
zapatismo indígena de Chiapas en Méjico.
En esa misma dirección debemos colocar
lo que acontece con China comunista y Rusia quienes en caminos distintos optaron
por transitar en la burbuja del mercado mundial.
Si contabilizáramos el tiempo de todos
estos procesos, estos corresponden a los últimos 50 años. Históricamente
podríamos decir que se encuentran en una fase de maduración y crisis. Dos consecuencias se pondrían
en deriva. Una: ingresamos a una gran crisis que conduce a una nueva gran
transformación sistémica desde el capitalismo mismo. Siguiendo a Polanyi es la
revolución de los ricos contra los pobres. Otra: la emergencia de nuevas formas
alternativas de que otro mundo es posible. Es la revolución de los pobres
contra los ricos.
Según el sociólogo uruguayo
Zibechi, la nueva gran transformación sistémica incluiría tres cambios
trascendentes: el fin del estado de bienestar, desindustrialización y financierización
de la economía, el fin de la soberanía nacional y el fin de la democracia.
Contrariamente al neoliberalismo
que pretende responsabilizar de las desgracias a las acciones de los sujetos o
las desviaciones de conducta, inflando el fenómeno de la corrupción y la
inseguridad cotidiana tratando de ocultar o por lo menos separarlo de la
responsabilidad del sistema. El sistema esta bien; los que están mal son los sujtos. Soy mas
partidario de considerar que hoy por hoy el sistema es el primer responsable. Por
lo que resolver el problema pasa por cambiar o transformar el sistema.
En ese sentido me gusta el
concepto de los sociologos franceses Laval y Dardot, de que el neoliberalismo
es una forma de vida, una nueva razón, un sistema de normativas en las cuales
está inmersa toda la sociedad que se impone tanto a los dirigentes como a
quienes dirigen.
En ese sentido un alternativo
tiene que asumirse como una forma de vida diferente a construirse. Y la
humanidad anda en esa dirección. Y se caracteriza por ser procesual y pluralista pero moviéndose en el campo de
la sociedad neoliberal. Y aquí nos resulta interesante la teoría de Dani Rodrik
sobre el trilema y sus combinaciones. Las esferas de
mercado-sobernaia/autonomía-democracia/ciudadanía. Pero primero lo primero, es
la resistencia ética. En es dirección estaría el Buen Vivir del mundo indígena,
la economía solidaria, el socialismo comunitario bolviano, el socialismo siglo
xxi venezolano, etc.
NOTA APARTE. En el caso de la
universidad pública en el Perú su existencia se mantiene para disfrazar el desempleo,
la desocupación que el neoliberalismo prácticamente ha naturalizado excluyéndola de jugar un rol importante en el
modelo de sociedad. En su seno contradictoriamente reproduce el burocratismo
patriarcal del viejo estado oligárquico y el eficientismo del nuevo estado
neoliberal. Desde una perspectiva alternativa habría que pensar en una
universidad pública como factor importante en la construcción de la nueva
sociedad alterna a la sociedad neoliberal y como una opción de los intereses de
los sectores populares mayoritarios en este país. Una universidad imbuida de
los valores nuevos alternativos a los del neoliberalismo. Asimismo habría que
pensarla con una menor vinculación con el mercado académico y que se concentre más
en el desarrollo de los espacios de afirmación de la soberanía y la autonomía
en su gobierno, democratizando y afirmando los derechos de los estudiantes y de
los trabajadores.
Son tiempos de sistema y no de
individuos. Los individuos sistémicos. El homo videns de Sartori. El
neoliberalismo estructurado es una forma de vida, una nueva razón. Christian
Laval y Pierre Dardot en “La nueva razón del mundo: ensayo sobre la sociedad neoliberal”. “El neoliberalismo ha colonizado el alma de
los seres humanos nos convierte en personas-empresas” “Mas allá de ser el
neoliberalismo una doctrina, es un sistema de normativas en los cuales está
inmersa toda la sociedad, también quienes nos dirigen. Se trata de un sistema que
se impone tanto a los dirigentes como a quienes dirigen”.
A continuación transcribo tal y
cual artículos publicados entre el mes de Julio y agosto, que apuntan en la
misma dirección para la situación del Perú:
Del
ollantismo al neoodriísmo
El presidente Valentín Paniagua
solía decir que para gobernar un país era necesario tener ideas. Quien no las
tiene difícilmente puede gobernar bien. Luego de escuchar el último discurso
del presidente Ollanta Humala este 28 de julio –porque el que sigue, como es
costumbre, solo será uno simple, escueto, una despedida formal– ello queda
totalmente confirmado.
Sin embargo, en honor a la verdad,
también se podría decir que el presidente Humala las tuvo en un principio, pero
que rápidamente abandonó esas ideas por otras, más bien, de talante neoliberal.
El problema, por lo tanto, no es discutir si tiene o no tiene ideas sino más
bien por qué las actuales no han funcionado si vemos las tasas de aprobación
tanto de él, de sus ministros, de su gobierno y de la Primera Dama, Nadine Heredia,
como también los conflictos sociales que crecen y el aumento de las demandas
populares.
En realidad, ninguno de los dos
últimos presidentes (Toledo y García) terminó bien su gobierno. Toledo, luego
de su mandato, se tuvo que contentar con obtener cuatro parlamentarios. Algo
similar sucedió con García. Además, ambos partidos (Perú Posible y el Apra) no
presentaron candidatos presidenciales luego de sus respectivos gobiernos. A
ello se suma que lo más probable, en verdad es casi un hecho, es que ni García
ni Toledo pasen a una segunda vuelta en las próximas elecciones presidenciales.
En este contexto no veo por qué al nacionalismo de Ollanta Humala y Nadine
Heredia les podría ocurrir algo distinto.
El problema, por lo tanto, es otro:
por qué las ideas, el discurso y el programa neoliberales que el presidente
Humala decidió adoptar y desarrollar, con cuerpo y alma, no han funcionado,
como tampoco funcionaron con los gobiernos anteriores en el sentido de lograr
el respaldo popular. Es probable que tanto Humala, García y Toledo serán
recordados como malos gobernantes en las próximas encuestas.
Ahora bien, es cierto también que no
todo programa neoliberal está necesariamente condenado al fracaso político. Sin
embargo, si se observa bien el giro progresista que se dio en la región –más
allá de los graves problemas que hoy confrontan Brasil y Venezuela– se puede
concluir que se construyó sobre el fracaso tanto político como económico del
llamado Consenso de Washington, es decir, del programa neoliberal.
Una primera afirmación que se puede
hacer respecto al fracaso neoliberal es que no logró crear una nueva
rearticulación entre el Estado y la sociedad como sí sucedió en los viejos y
mal llamados procesos “populistas”. La razón es que una nueva articulación entre
Estado y Sociedad hubiese supuesto dos hechos que el propio neoliberalismo
niega: ampliar la democracia y, también, ampliar los derechos sociales y
económicos que siempre han sido los viejos reclamos de los ciudadanos y
ciudadanas.
Una segunda afirmación es la
capacidad que tienen las sociedades y algunos grupos políticos de crear nuevas
representaciones electorales y políticas capaces de enfrentar al
neoliberalismo. Eso ha pasado en Bolivia, Venezuela, Ecuador, Argentina, Brasil
y Uruguay. Incluso se podría afirmar que en algunos países estas nuevas
representaciones han logrado transferencias de gobierno institucionales, es
decir, en la reelección del partido y no de líder como ha sucedido en Brasil,
Uruguay y Argentina.
En el Perú nada de ello hemos tenido.
El gobierno de Humala por su continuismo neoliberal no ha logrado una nueva y
consistente articulación con la sociedad. Los programas sociales y las obras de
las que tanto se ha ufanado el Presidente en su último discurso son políticas
transitorias, sujetas por lo general a las rentas del Estado, y terminan siendo
articulaciones temporales y no permanentes. Tampoco los partidos y los nuevos
contingentes políticos han tenido la capacidad de crear nuevas representaciones
políticas. No es extraño que 40% o más de los peruanos, según varias encuestas,
no tengan aún candidato para el 2016.
Por eso no nos debe extrañar que la
principal forma o manera que hoy tienen los gobernantes sea una suerte de
neoodriísmo, que también se puede leer como neofujimorismo que combina las
obras con un clientelismo social y político. Como se observa en su último
discurso. En este contexto, las palabras sobran porque le podrían dar un nuevo
sentido a la política y, también, al país.
En ese sentido no es que el
Presidente no tenga ideas, las tiene. El problema es que están igualmente al
servicio de una minoría como ha sucedido en los últimos 25 años, con la
excepción de Valentín Paniagua que buscó fundar un nuevo ciclo democrático que
hoy parece naufragar.
(*)
Parlamentario Andino
El trilema de Rodrik
A
propósito de la crisis griega, se ha comentado intensamente la obra de uno de
los críticos más influyentes de la globalización, el profesor de economía de
Harvard Dani Rodrik. De acuerdo a su parecer, las sociedades contemporáneas
están confrontadas a tres fenómenos simultáneos: una globalización extrema que
busca uniformizar el comercio internacional; la democracia como sistema
político; y finalmente, la soberanía del Estado Nación. Para Rodrik, no podemos
aspirar a conservar los tres, sino solamente dos de ellos.
Una
globalización a fondo implica integrar la economía nacional a reglas generales
que dominan la esfera internacional. Ese camino ya lo ha emprendido el Perú al
firmar multitud de TLCs con diversos países, entre ellos grandes potencias,
como EEUU y la Unión Europea. Ningún gobierno futuro puede escapar a esas
reglas y, además, estamos a punto de profundizar esa ruta, firmando el acuerdo
transpacífico, con 16 grandes economías lideradas por EEUU y con exclusión de
China.
Por su parte, la globalización ha alcanzado un nivel más acabado en la
Unión Europea, que ha forjado una moneda común y un Banco Central. En ese caso,
es evidente el liderazgo de países poderosos, como Alemania y en menor medida
Francia, sobre los débiles y poco relevantes, como Grecia, entre otros. Como
este mundo es complejo, los otros países europeos chicos están intransigentes
con Grecia, porque sus respectivos rescates han significado condiciones duras,
que los helenos rechazan porque ya las han pagado sin resultado.
El
caso de Grecia evidencia que la globalización entra en contradicción con el
Estado Nación. Los países ceden parte de sus prerrogativas a uniones federales
donde solo conservan una autonomía limitada. Esta opción estuvo comprometida al
convocarse el referéndum en Grecia, más allá del eventual resultado, porque en
el fondo estaba recuperando soberanía.
Pero
una segunda vía abierta a los países es conservar globalización y soberanía, lo
que obliga a sacrificar democracia. Esa combinación viene imponiéndose en
Oriente, encabezado por China, y alcanza también a una buena parte de Europa
del Este y al mundo árabe. La sobrevivencia del Estado Nación en un mundo
globalizado implica dictadura.
Algunas
personas piensan que el ascenso de China en la economía internacional ha de
llevar en algún momento a la democracia política en el mismo suelo chino. Pero,
esa solución se ve lejana. Más bien, parece probable que el éxito de la
economía china refuerce su modelo político vertical. Aquí tenemos experiencia.
Una de las empresas mineras más intransigentes con los trabajadores es Marcona,
propiedad de una empresa estatal china.
Por
ahora, el Estado peruano viene cediendo soberanía para conservar democracia y
globalización. No parece una mala elección. Seguramente será una vía para
varios países durante el siglo XXI.
Pero no es la única fórmula posible. El profesor Rodrik recomienda
reducir globalización para conservar democracia y soberanía. Sostiene que la
globalización actual está fundada en el capital, sin considerar en forma
equilibrada ni a los trabajadores ni a los países de menor desarrollo relativo.
Por ello, la globalización conlleva desregulación del trabajo y flexibilización
del mercado de capitales. Como fórmula puede ser inconveniente para naciones en
desarrollo. Por ejemplo, la eliminación de las monedas nacionales y la
generalización del euro en Europa.
Sucede
que una moneda nacional barata impulsa la exportación e implica un impuesto a
la importación. Puede ser la clave durante el despegue económico; por ejemplo,
hasta hoy el yuan chino es bastante barato y constituye pieza fundamental de la
estrategia económica de su Estado. Mientras que el euro en Grecia es caro y
equivale a una camisa de fuerza, que tiene atrapada a la misma Syriza.
Así, una globalización extrema puede precipitar serias turbulencias internas
que comprometan la sobrevivencia de la democracia y la viabilidad de los
países.
CHAVEZ LA PRIMERA REVOLUCION ES LA MORAL, LA ETICA
Ahora bien, entre los elementos
que pudieran definir el socialismo del siglo XXI yo diría que el primer rasgo
es el moral. Hay que comenzar por ahí, por la conciencia, por la ética. (…)
Luchar contra los demonios que sembró el capitalismo: individualismo, egoísmo,
odio, privilegios. Creo que por ahí habría que comenzar. Es un trabajo de todos
los días, una tarea cultural y educativa de largo aliento. En Venezuela hemos
comenzado a debatir ese aspecto y es muy positivo. Es un arma en la lucha
contra la corrupción, un mal que es propio del capitalismo. Empresas y
empresarios corrompidos, negocios oscuros, funcionarios corruptos, movidos sólo
por la ambición. Aunque también la corrupción se ha dado en el socialismo ese
fenómeno tiene una raíz capitalista, es la ambición de riqueza. El socialismo
debe defender la ética, la generosidad. Bolívar fue un ejemplo: abandonó todo
por ser útil a su país. Hay que recordar también a Cristo y lo que dijo al
hombre rico que quería ir al cielo: vende todo lo que tienes y repártelo entre
los pobres. El hombre se puso a llorar porque no era capaz de hacer eso. Fue
entonces cuando Cristo lanzó aquella frase: «Será más fácil que un camello entre
por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de los cielos»”.
(Entrevista con Manuel Cabieses; 2005)
“Ahora, el socialismo tiene, en
mi modesto criterio, debe tener, para crearlo, para amasarlo, debe tener pues
varios componentes, uno de ellos es, pudiéramos llamarlo el socialismo moral, o
la moral socialista, y ese es muy importante. Si no hay moral socialista en
nosotros, no hay socialismo posible. Esos valores, la moral, bueno sabemos, la
ética, la moral, el comportamiento, la conducta, los valores, debemos
comportarnos a conciencia, sin que nadie nos esté vigilando o dando con un
látigo, en el marco de una moral nueva, distinta, que no es nueva, es vieja,
una moral colectiva, una moral que tiene mucho con el pregón de Cristo, “amaos
los unos a los otros”. La moral de la fraternidad verdadera, pero porque se
sienta, no de palabra, de la boca hacia fuera, no aquí, desde el alma, desde el
pecho, desde las entrañas de cada uno, de cada una, compartir con el otro, con
la otra, vivir en comunidad, aceptarnos en comunidad, sentirnos parte de una
comunidad, de un colectivo, sentir un hilo invisible que nos une a todos.” Y
más adelante señala en Asunción, Paraguay-2005: “Entonces se trata de alimentar
la moral socialista, o el socialismo de lo moral, el socialismo de lo pequeño,
de lo cotidiano con los vecinos, aquí en el aula de estudio, allá en la
fábrica. El de verdad sentir hermano al otro, a la otra, la solidaridad, el
amor, ir dejando atrás el egoísmo, la ambición, la ambición de la riqueza, por
ejemplo, ¡qué cosa tan perversa esa!”.