La miseria de los pobretólogos
En las últimas semanas hemos observado un debate entre políticos y
expertos sobre las últimas cifras de pobreza que ha publicado el INEI y que
supuestamente nos colocarían en el mejor de los mundos. Para tanto ha dado el
asunto que hasta un ex presidente nos ha dicho que ahora lo están haciendo
bien pero que él antes lo hizo mejor.
Esta feria de vanidades se basa, sin embargo, en una falacia: a mayor
crecimiento, menor pobreza y más bienestar de la población. Sostengo que eso
es falso.
Primero, sobre el método para medir la pobreza. El INEI aplica el método
de la pobreza monetaria; es decir, todo aquel que gana más de 292 soles al
mes no es pobre, una cantidad sensiblemente retrasada frente a la realidad
actual. Eso les da el 23% de pobres que actualmente tendríamos en el país,
muy distante ciertamente del 54% que teníamos una década atrás. Pero basta
con salir a la calle en cualquier ciudad del Perú para darse cuenta que mucho
más de una cuarta parte de la población se encuentra en situación de pobreza.
Además, no hay que olvidarnos que cuando García asumió como Presidente el
2006 despidió al jefe del INEI, empezó una persecución judicial contra el
mismo y la siguiente jefatura de ese instituto cambió la forma de calcular a
los pobres. ¿No habrá tenido eso que ver con la brusca baja del porcentaje de
pobreza durante su gobierno?
Segundo, existe otro método para calcular la pobreza que es el de las
necesidades básicas insatisfechas, según la mayor parte de los expertos más
cercano a la realidad que el anterior. Por este método para el 2013 la
pobreza está en el 36% y no en 23%, 13 puntos más que la medida del INEI.
Pero claro, la exactitud socio-económica está gravemente reñida con las
necesidades de la propaganda política.
Sin embargo, más allá de los métodos, ¿mide el porcentaje de pobres el
bienestar de la población? El Banco Mundial (BM), inventor de la falacia,
dice que sí, pero la mayor parte de las ciencias sociales que se ocupan del
tema señalan lo contrario. La pobreza para el BM no es una categoría
relacional sino aislada, no forma parte de una estructura donde hay
agrupamientos sociales, llámense estos estamentos o clases. Es simplemente un
grupo con carencias que hay que reducir. Pero lo que nos indica la academia
es algo distinto, las carencias existen por la ubicación de los individuos en
un sistema no por su condición aislada. El bienestar, por lo tanto, está en
relación directa al mejoramiento relativo de su posición en el sistema
social; es decir, no sólo por lo que ellos tienen (o no tienen) sino también
por lo que tienen otros.
Por ello, se considera a la desigualdad social como la categoría que nos
permite acercarnos con mayor exactitud a medir el bienestar. Sin embargo, en
este punto, nos hallamos en una situación deplorable. Si tomamos el índice
gini -medida de la desigualdad- en su versión corregida, tenemos un gini
aproximado de 0.6. Uno de los índices de desigualdad más altos de América
Latina. Esto no es una sorpresa si tomamos la cantidad de trabajo informal,
cercano al 70% de la PEA y el escaso trabajo decente, que llega solo al 12%
de la PEA. Una década de crecimiento con un promedio cercano al 7% que
produce esta desigualdad, poquísimo empleo decente y enorme informalidad
¿puede ser calificado de bienestar? Ciertamente que no.
La razón fundamental para que la disminución de la pobreza no pueda ser
calificada como bienestar es que esta no produce por si sola integración
social. La integración social la produce la multiplicación del trabajo con
derechos. El ejemplo más claro de esto es la actual ola de violencia criminal
en la costa norte del Perú. Ya aparecieron los expertos que dicen que el
crecimiento suele traer este tipo de crimen siempre. No señores, no siempre.
El crecimiento asociado al capitalismo salvaje es el que más promueve la
violencia criminal, justamente porque no brinda ninguna estabilidad en el
empleo.
Por ello decimos que a mayor crecimiento y menor pobreza no hay
necesariamente mayor bienestar, porque no se multiplica el trabajo decente ni
se erosiona la desigualdad. Para que tengamos mayor bienestar hay que
multiplicar el trabajo con derechos y de esa forma bajar nuestro índice de
desigualdad, que no solo afecta la economía sino también la representación
política. Recordemos lo que nos dijo el Presidente Lula cuando estuvo hace
unos meses de visita en nuestro país: la gran política social de sus ocho
años de gobierno fue crear 20 millones de puestos de trabajo decente, logro
incomparable en la historia de Brasil y ejemplo para América Latina.
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