28-05-2014
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Estados
Unidos, lejos de la independencia energética
Tal como varios en América Latina lo
venimos diciendo desde hace al menos dos años una nota del periodista
especializado Louis Sahagun, publicada el 20 de Mayo por Los
Angeles Times (http://www.latimes.com/business/la-fi-oil-20140521-story.html)
afirma que “en 2011 una empresa independiente contratada por Washington (se
trata de la consultora de ingeniería Intek, con sede en Virginia) hizo una
errónea estimación del petróleo técnicamente recuperable del mayor yacimiento
de esquisto bituminoso del país, ubicado en Monterey, California, que contiene
alrededor de dos tercios de las reservas de petróleo de esquisto de la nación.
Según aquella estimación, se podrían obtener unos 13.700 millones de barriles
de petróleo. Sin embargo, un reciente informe asegura que la cantidad no será
mayor de 600 millones de barriles, es decir, una cantidad 96% menor de lo
esperado” (y que, como señala la publicación especializada Business
Insider, equivale a las reservas totales de
petróleo de Bolivia). “Esa errónea estimación de 2011” –prosigue diciendo el
diario- “había sido calificada como la esperanza para reducir la necesidad del
país de las importaciones de petróleo desde el extranjero.”
La
cantidad que ahora reporta la EIA (la Agencia de Información de Energía de
Estados Unidos, dependiente del Departamento de Energía del gobierno federal)
es insignificante si se tiene en cuenta que “solo podría cubrir las necesidades
energéticas en EE.UU. correspondientes a 33 días.” Hablando con benevolencia:
toda esta historia fue una fantasía estadística, producto bien sea de la
desesperación de Washington por lograr su tan ansiada independencia energética
combinada con la fenomenal ineptitud de quienes elaboraron las estimaciones
iniciales y, ¿por qué no?, los corruptos intereses de algunos grandes
consorcios de la industria -coludido con la consultora de marras- deseosos de
facilitar la realización de operaciones especulativas en el mercado petrolero
mundial. La independencia energética de Estados Unidos, que muchos creyeron
estaba a la vuelta de la esquina, obró como un freno sobre el precio del
petróleo, hizo posible adquisiciones baratas de activos petroleros en el
exterior, devaluados ante las perspectivas abiertas por el citado informe, y se
prestó a toda clase de especulaciones. Pero ahora la fiesta se terminó. Tal
como lo declara J. David Hughes, un geólogo vocero del Post
Carbon Institute, el shale de
Monterrey “fue siempre una mítica veta madre cuya importancia fue inflada por
la industria petrolera – nunca existió.”
La
íntima relación que el capitalismo actual ha establecido entre petróleo,
política y guerra permite extraer cuatro conclusiones preliminares.
Primero,
que la dependencia energética de Estados Unidos seguirá siendo muy elevada, y
tal vez creciente en función de la evolución de la demanda doméstica, y que
esto reforzará las tendencias belicistas del imperio para tratar de asegurarse
la obtención del petróleo que necesita por cualquier medio, a cualquier precio
y en cualquier lugar. No olvidar que desde comienzos del siglo veinte las
intervenciones militares de los Estados Unidos en terceros países tuvieron como
causas fundamentales el petróleo y las presuntas amenazas a la “seguridad
nacional” planteada por gobiernos que no estaban dispuestos a sacrificar la
autodeterminación nacional.
Segundo, que los planes para destruir la OPEP –un objetivo largamente acariciado por Washington desde 1973- a partir del autoabastecimiento petrolero tendrán que ser archivados por mucho tiempo, tal vez definitivamente, lo que constituye un durísimo revés para la política exterior de Estados Unidos. La destrucción de la OPEP no era sólo un proyecto económico sino también político, dirigido a disciplinar a los díscolos productores de petróleo y muy especialmente a Venezuela, cuyo protagonismo en el relanzamiento de la OPEP fue decisivo a comienzos de este siglo.
Tercero, que dado lo anterior la Casa Blanca redoblará su ofensiva sediciosa y destituyente sobre la Venezuela bolivariana, potenciando su apoyo logístico, financiero, organizativo y mediático a sus peones en el terreno, los cuales son presentados por la prensa del imperio como una “oposición pacífica” cuando en realidad son mercenarios cuya misión es sembrar el caos, quebrantar el orden constitucional y provocar la caída del gobierno bolivariano. Dato significativo: de los varios cientos de vándalos arrestados por las autoridades los estudiantes apenas constituyen el 20% y una proporción igual está formada por extranjeros, algunos de los cuales ni hablan castellano. A la luz de las novedades publicadas por Los Angeles Times es previsible un aumento de la presión desestabilizadora orquestada por Washington.
Cuarto, que las altisonantes declaraciones de Obama y Kerry en el sentido que suministrarían petróleo y gas a Ucrania para facilitar que ese país sea fagocitado por la OTAN y la Unión Europea han quedado reducidas a meras bravuconadas sin ningún efecto práctico. Desgraciadamente para Washington, el petróleo y el gas se encuentran cada vez con más frecuencia en países que no están dispuestos a ponerse de rodillas ante los mandatos de la Casa Blanca. Por lo tanto, sus palancas económicas para operar en Ucrania son frágiles y lejanas, mientras que el petróleo y el gas siguen siendo cercanos y abundantes en Rusia.
Segundo, que los planes para destruir la OPEP –un objetivo largamente acariciado por Washington desde 1973- a partir del autoabastecimiento petrolero tendrán que ser archivados por mucho tiempo, tal vez definitivamente, lo que constituye un durísimo revés para la política exterior de Estados Unidos. La destrucción de la OPEP no era sólo un proyecto económico sino también político, dirigido a disciplinar a los díscolos productores de petróleo y muy especialmente a Venezuela, cuyo protagonismo en el relanzamiento de la OPEP fue decisivo a comienzos de este siglo.
Tercero, que dado lo anterior la Casa Blanca redoblará su ofensiva sediciosa y destituyente sobre la Venezuela bolivariana, potenciando su apoyo logístico, financiero, organizativo y mediático a sus peones en el terreno, los cuales son presentados por la prensa del imperio como una “oposición pacífica” cuando en realidad son mercenarios cuya misión es sembrar el caos, quebrantar el orden constitucional y provocar la caída del gobierno bolivariano. Dato significativo: de los varios cientos de vándalos arrestados por las autoridades los estudiantes apenas constituyen el 20% y una proporción igual está formada por extranjeros, algunos de los cuales ni hablan castellano. A la luz de las novedades publicadas por Los Angeles Times es previsible un aumento de la presión desestabilizadora orquestada por Washington.
Cuarto, que las altisonantes declaraciones de Obama y Kerry en el sentido que suministrarían petróleo y gas a Ucrania para facilitar que ese país sea fagocitado por la OTAN y la Unión Europea han quedado reducidas a meras bravuconadas sin ningún efecto práctico. Desgraciadamente para Washington, el petróleo y el gas se encuentran cada vez con más frecuencia en países que no están dispuestos a ponerse de rodillas ante los mandatos de la Casa Blanca. Por lo tanto, sus palancas económicas para operar en Ucrania son frágiles y lejanas, mientras que el petróleo y el gas siguen siendo cercanos y abundantes en Rusia.
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