El reto de los jóvenes: desafiar al poder
05/01/2015.
Por Nicolás Lynch
La rebelión juvenil
en curso tiene un formidable reto por delante: hacer política. El resto de los
movimientos sociales en el último cuarto de siglo, sea en dictadura o
democracia, se han quedado en el camino. En los últimos años ni el movimiento
anti-Conga ni el movimiento contra la repartija pudieron lograrlo. El sistema
de domesticación puesto en práctica por el neoliberalismo ha podido más que
cualquier grita callejera, pero hoy podría haber elementos nuevos que presagien
algo distinto.
Los últimos movimientos
importantes con influencia política, a fines de la década de 1980, colapsaron
por esa mezcla perversa de hiperinflación, violencia terrorista e incapacidad
de los actores políticos de la época de ponerse a la altura de las
circunstancias. La convergencia de estas múltiples crisis le permitió a
Fujimori, ya convertido en dictador, el trabajo de limpieza respectivo. No es
casual por ello que restaurada la democracia, sin ruptura de fondo con el
régimen autoritario, heredara entre otras características la aversión a la
protesta social. Esta aversión se manifiesta en la creciente criminalización de
la protesta que paradójicamente continúan gobiernos elegidos como los de
Toledo, García y Humala.
Este tipo de
régimen democrático tiene que ver con el modelo neoliberal en funciones. Como
es un modelo que reparte entre unos cuantos la democracia debe ser limitada, de
lo contrario tienen el temor de que podría estar amenazada. Los que protestan,
por ello, son delincuentes y no ciudadanos para las instituciones actuales,
debiendo ser reprimidos para que el orden funcione. El resultado es una
democracia precaria que encuentra su fuerza y su limitación en el mismo punto:
la exclusión de sectores importantes sino mayoritarios de la sociedad.
Pero lo que hemos
tenido, estrictamente hablando, en los últimos años en el Perú han sido
acciones colectivas y no movimientos sociales. Es decir, protestas episódicas,
principalmente de carácter medioambiental, pero sin permanencia en el
tiempo por lo que no se han convertido en movimientos sociales que pudieran
influenciar la política y eventualmente desafiar al poder. Sin embargo, a
diferencia de momentos anteriores nos encontramos hoy en una coyuntura de
crisis del modelo impuesto con el golpe fujimorista que se quiere aliviar
exprimiendo al trabajo. En este proceso se busca afectar, entre otros, al
sector juvenil sin tomar en cuenta que por su rango de edad expresa
potencialmente a millones de ciudadanos y por la naturaleza de sus aspiraciones
es altamente movilizable.
Esta diferencia nos
permite pensar que se podría pasar de acciones colectivas a movimiento social,
venciendo para empezar el reto de la permanencia. Ello permitiría la influencia
política, que en este caso sería más como protesta (derogatoria de la norma)
que como propuesta (modificatoria), ya que una nueva política de empleo
juvenil, y más en un período electoral, implica una nueva política laboral
propia de otro modelo económico, que este gobierno no parece capaz de afrontar
en sus postrimerías.
Si esta influencia
se llega a producir estamos a puertas de la acción política, una operación
ciertamente más compleja y de una proyección mucho mayor que la simpatía
eventual de algunos líderes. Ella supone la intervención política en partidos
existentes o la creación de nuevos partidos políticos. (Aquí es importante
recordar que partidos de otro tiempo, el Apra de Haya de la Torre y el
Partido Socialista de Mariátegui, surgieron de un movimiento juvenil). En
cualquier caso se podría tratar, por el ímpetu de la protesta actual, de una
acción política para producir una renovación de un alcance tal que supere al
actual régimen de democracia limitada.
Pasar a la acción
política, además, supone que la rebelión juvenil, active o reactive a otros
movimientos para organizar una agenda de reivindicaciones que efectivamente
desafíe al poder de turno y haga imposible su reproducción. Este potencial de
desafío es el que está en juego. El sistema actual quiere conservarlo en una
vitrina, mientras que los jóvenes pugnan por sacar su genio de la botella y,
como ya lo han hecho en otros tiempos y lugares, construirse su propio futuro.
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