martes, 13 de enero de 2015

PARA COMPRENDER EL MOVIMIENTO ANTI LEY PULPIN:

Una explicación muy didáctica de cómo el neoliberalismo, como forma evolucionada y superior del capitalismo busca en una nueva manera de explotación de la fuerza de trabajo disminuir el riesgo y amenaza sustantiva de la clase obrera. El capitalismo capaz de evolucionar con un espíritu anti-obrero y todo lo que apuntale su desarrollo a nivel de conciencia y como fuerza organizada. El capitalismo en el neoliberalismo resultó, en esta perspectiva  triunfante, aunque dio lugar a una nueva manera de reposar el sistema en  nuevas formas de explotación que no tardaron en visibilizar también una nueva contradicción que hace también evolucionar la acción política que es la acción de contra-poder. Vea la segunda nota que nos ofrece Nelson Manrique para comprender lo que actualmente viene ocurriendo. Excelente maestro


 Redes de indignación y esperanza II

NELSON  MANRIQUE

LA REPÚBLICA Martes, 13 de enero de 2015 
  
Las masas, en su acepción moderna, nacieron con el capitalismo industrial, a fines del siglo XVIII, junto con la fábrica moderna, un todo orgánico que funciona como un trabajador colectivo formado por miles de trabajadores  individuales, articulados en base a la división del trabajo y vinculados por lazos que Emile Durkheim denominó de “solidaridad orgánica”: no una relación eventual sino permanente, que brotaba de la propia lógica de la organización del trabajo. 

Los obreros concentrados por las fábricas constituían una poderosa fuerza social y política, no solo por su número sino porque podían detener la producción y compartían condiciones de trabajo y problemas similares: tenían demandas comunes (limitación de la jornada de trabajo, por ejemplo), podían identificar enemigos comunes (los administradores, los propietarios) y concertar así planes, programas y plataformas de lucha. Así, nacieron la conciencia de clase, los partidos de masas, los sindicatos, los partidos obreros, el socialismo y el horizonte de una transformación revolucionaria de la sociedad. En una frase, la política de masas vigente a lo largo del siglo XX.

Pero durante las últimas décadas del pasado siglo la estructura productiva capitalista sufrió profundas transformaciones. Se impuso la organización en red. Desaparecieron las grandes fábricas, con sus miles y decenas de miles de trabajadores, y fueron remplazadas por racimos de pequeñas y medianas empresas, constituidas con apenas algunas decenas de trabajadores o inclusive de tamaño familiar, enlazadas en red. Desaparecieron las grandes concentraciones obreras y millones de trabajadores fueron lanzados al desempleo. Con las computadoras manejando las máquinas el conocimiento se incorporó como un factor productivo de primer orden en la empresa, diferenciando internamente a los trabajadores y rompiendo las solidaridades orgánicas antes vigentes.

La globalización favoreció la articulación del capital en redes planetarias que funcionaban en tiempo real, mientras los obreros eran incapaces de trascender el horizonte nacional en sus luchas. Entraron entonces en crisis los sindicatos, los partidos obreros y de masas, el horizonte revolucionario. Este es un proceso planetario, que se desarrolla con distinta velocidad e intensidad en diferentes sociedades, pero cuya tendencia general es una. No afrontamos pues una crisis política sino una crisis de la política; la de la política de masas.

La política adecuada al nuevo horizonte histórico que está emergiendo se está construyendo. La mayor familiaridad de los jóvenes con las tecnologías digitales los coloca en una ubicación privilegiada para intentar recrear las formas de hacer política, pues en las redes sociales donde se forman hoy los nuevos sentidos. De allí derivan algunas características fundamentales de los nuevos movimientos sociales: “Sus valores, objetivos y estilo organizativo hacen referencia directa a la cultura de la autonomía que caracteriza a las jóvenes generaciones de un joven siglo. No podrían existir sin Internet. Pero su importancia es mucho más profunda. Están adaptados a su función como agentes del cambio en la sociedad red, en claro contraste con las instituciones políticas obsoletas heredadas de una estructura social históricamente superada” (Manuel Castells, Redes de indignación y esperanza, 2012, p. 223).

Mientras las identidades “duras” (de clase, nacionales) declinan se despliega el individualismo en red. Los viejos discursos de los grandes partidos de masas son erosionados por el despliegue de una nueva realidad que no comprenden. El rápido ascenso de nuevas formaciones políticas como Podemos en España y Syriza en Grecia, descoloca a la derecha, la socialdemocracia y la izquierda tradicional.

El control de los medios de comunicación de masas (prensa, radio, televisión) por el estado y las corporaciones es abrumador y las redes sociales se convierten en un escenario privilegiado de la lucha política y de la elaboración de sentidos contrahegemónicos: “Los actores del cambio social pueden ejercer una influencia decisiva utilizando mecanismos de construcción de poder que se correspondan con las formas y procesos del poder en la sociedad red. Mediante la producción de mensajes autónomos para los medios de comunicación de masas y el desarrollo de redes autónomas de comunicación horizontal, los ciudadanos de la era de la información pueden inventar nuevos programas para sus vidas con los materiales de sus sufrimientos, sus miedos, sueños y esperanzas” (ídem, p.  26).

Mi solidaridad con Charlie Hebdo y mi admiración por sus integrantes, que están preparando la nueva edición.

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